Archivos Mensuales

enero 2014

 

La semana pasada – en esta misma entrega – se estableció la importancia de lo que está acontenciendo en Michocán, específicamente por el desafío al Estado de Derecho por parte de los grupos de “autodefensas” y del crimen organizado, y lo que ello podría representar en términos del precedente que se sienta con ello para el resto de los estados de la república que enfrentan problemáticas similares; quizá menos agudas, pero con raíces y causas semejantes.

Luego entonces la opinión e imagen pública de México es dual. Por un lado se tienen los problemas que se describieron anteriormente sobre la violencia, pero al mismo tiempo, en la prensa se reportan los enormes avances y las buenas noticias que provienen desde Davos, Suiza: la inversión de más de 5,000 millones de pesos por parte de la empresa trasnacional Pepsico en México; la aceptación de la reforma energética mexicana en el mundo, y la popularidad de México actualmente como un país que apuesta a futuro (la juventud y carisma del Presidente Peña es uno de los pilares de esta última imagen).

El contraste es abrumador: mientras que en Davos felicitan al Presidente Peña por las reformas y se anuncian inversiones en el país, en Michoacán se desafía flagrantemente al estado – definido por Max Weber como el “monopolio del uso legítimo de la violencia física” – y el gobierno negocia con grupos paramilitares armados. Sin embargo, a pesar de la difícil situación de inseguridad, la economía parece comenzar a fluir, aunque lento, pero nuevamente en el país.

Esta dualidad no es nueva; es algo que se ha mantenido bajo un delicado balance durante muchos años: México al mismo tiempo es miembro de la OCDE y tiene a millones de habitantes sumidos en la pobreza; México combate al narcotráfico, pero toleró durante mucho tiempo a los cárteles; etc. El reto es que la situación negativa de violencia y de inseguridad no se salga de control, que pueda mantenerse a raya y que no se incline la balanza hacia lo negativo.

De México para el Mundo

 

Como todos los años, en los primeros días de enero se celebra la tradicional Reunión de Embajadores y Cónsules en la capital de México. Para tal fin, todos los representantes diplomáticos del país acuden a la sede de la Cancillería para actualizarse, para reunirse con su jefe directo y para escuchar el mensaje que el Presidente de la República les dirige. De manera natural durante este encuentro, se definen las líneas de política exterior que México seguirá a lo largo del año a través de sus representantes.

 Como dato curioso se debe mencionar que la reunión no tiene un carácter obligatorio para los embajadores y los cónsules de México. Cada uno puede escoger si acude o no (ello se debe mayoritariamente a que la Cancillería no cubre los gastos de traslado ni de hospedaje o viáticos para los diplomáticos). Más bien, el incentivo está en tener al alcance de la mano, en una sola reunión, a los principales jerarcas de la diplomacia de México, para los fines que cada quien estime pertinentes.

 Sin embargo, y más allá de este dato curioso, lo que resulta importante mencionar es que en este año, la reunión habrá de girar en torno al mensaje que el Presidente Peña Nieto quiere replicar a lo largo y ancho del mundo: la aprobación de las reformas. En ese sentido, la energética es una de las “joyas de la corona” que México quiere difundir a través de sus representaciones. El mensaje es muy claro: después de muchos años de intentarlo, el Gobierno del Presidente Peña Nieto consiguió aprobar la reforma para la apertura del sector energético que pondrá a México en una posición mucho más competitiva y más atractiva para los inversionistas, pero también, le dará una imagen profundamente favorable entre la comunidad internacional. Aunado a lo anterior, el mensaje lleva implícito el fondo que el el regreso del PRI a Los Pinos también resultó eficaz.

 Sin embargo, como ya se ha dicho en ocasiones anteriores, si las reformas no van acompañadas de la legislación secundaria, de poco servirán. Igualmente, si el mensaje internacional del Presidente Peña – a través de sus representantes diplomáticos – no está acompañado de hechos que sustenten a los dichos durante los próximos años, tampoco servirá de mucho (y con ello nos referimos a mejorar la situación interna de la economía y la seguridad). Mientras tanto, la ocasión para hacer valer el mensaje de política exterior es altamente rentable y sumamente propicio.