Ante los desacuerdos y marchas en contra de las reformas hacendaria y educativa se pueden observar distintas actitudes tanto de las autoridades como de los ciudadanos inconformes. La inconformidad no es en sí algo negativo, puede ser incluso un motor de cambio positivo para la sociedad. El problema son más bien las actitudes que existen alrededor de la inconformidad. Por un lado, hay mucha indignación, por otro todavía hay mucha desinformación, y por otro lado mucha abulia. Lo que más me llama la atención, es que aunque México es un país que se enorgullece de haber ganado libertad de expresión, por otro lado, no existen procedimientos que garanticen que los ciudadanos puedan hacerlo sin temer por su seguridad. Ni tampoco hay procedimientos que permitan que los ciudadanos salgan a las calles sin irrumpir el orden público, lo cual en la mayoría de los casos termina convirtiéndose en un caos, ya sea por grupos no relacionados con las marchas, por personas que aprovechan la ocasión para anunciar otras cosas, intentos de quitar legitimidad a las marchas por parte de otros grupos, o simplemente por falta de información acerca del porqué de las marchas.

En otros países como en Alemania o Francia, existen protocolos para realizar marchas de todo tipo de temas, en el que los ciudadanos están obligados a notificar a las autoridades del lugar y horas en las que la marcha se llevará a cabo con dos o más días de anticipación. Esto permite que las autoridades puedan avisar a la población sobre las marchas, notificar sobre las vías que quedarán bloqueadas, proponer vías alternas y reunir equipos de seguridad que protejan a los manifestantes. Sí, leyeron bien, que protejan a los manifestantes. En Alemania todos tienen derecho a expresar su descontento acerca de las políticas públicas, incluso los neonazis. Puesto que todos son ciudadanos y a nadie se le niega el derecho de expresión.

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Pero para que una democracia funcione de esa manera es absolutamente necesario que los ciudadanos se involucren en la política, pues son ellos quienes activamente participan en la toma de decisiones. Incluso en los próximos días en Berlín se llevará a cabo una elección llamada Volksentscheid (Decisión del pueblo) en la que se votará la propuesta de hacer pública a la compañía eléctrica Vatenfall, que proveé de  electricidad a Berlín y Brandenburgo cuyas consecuencias se perciben como favorables para la región. Y los residentes de Berlín y Brandenburgo decidirán si eso sucede o no. Para tomar esta decisión, los residentes de Berlín y Brandenburgo recibieron por correo folletos informativos acerca de la propuesta, cómo se llevará a cabo, y las consecuencias de ambas decisiones, un mes antes de la elección. Al pueblo alemán le costó muchísimo llegar a esto, y todavía se requiere más. Tenemos que comprender incluso que les tomó varios años y régimenes autoritarios afianzarse como un solo pueblo.

Entonces remontémonos a su historia. En los últimos 100 años Alemania pasó de perder la primera guerra mundial, a una crisis económica brutal que los llevó a elegir a un partido que impuso un régimen autoritario. Partido que los llevó a la segunda guerra mundial en donde el país quedó prácticamente destruído y luego dividido en dos bloques (occidental y oriental). Luego durante la guerra fría se construyó el muro que separó a familias por más de 20 años por diferencias ideológicas de los gobiernos de esos dos bloques. Después de ser amenazados por sus gobiernos, los ciudadanos del lado occidental (dentro del muro) decidieron que ya era momento de poner en marcha las reformas de apertura que se estaban llevando a cabo en otros gobiernos socialistas y salieron a las calles de Leipzig a marchar en lo que llamaron Montagsdemonstrationen o “marchas de los lunes”.  Fueron amenazados de muerte por el gobierno y se les avisó que si volvían a marchar serían reprimidos por el ejército. Un par de días antes en una marcha en Berlín, muchos estudiantes habían sido golpeados, agredidos y hasta asesinados por el ejército. Nada indicaba que en Leipzig no pasaría lo mismo pues allí ni siquiera había medios de occidente que pudieran reportar sobre lo sucedido.

Entonces alrededor de 70,000 se prepararon para salir de la Nicolaikirche, se despidieron de sus familias y salieron de sus casas para marchar frente al ayuntamiento y oficinas de gobierno, estaban listos para dar la vida por su libertad. Cuando los militares los rodearon amenazándolos con sus rifles el pueblo exclamó ¡Nosotros somos el pueblo!, ¡Nosotros somos el pueblo!, ustedes están aquí para defender al pueblo, ¡Nosotros somos el pueblo! En ese momento, los militares se quedaron como congelados, no pudieron hacer nada. Ellos tenían razón. Después de marchar los ciudadanos volvieron a sus casas con una fuerza inexplicable.

“Esa fue la noche por la que nuestros padres habían esperado durante tantos años, ¡y lo logramos! salimos de ahí con una motivación increíble” (André Rotter, ciudadano de Leipzig)

Al enterarse de lo sucedido en Leipzig, el pueblo comenzó a ejercer más y más presión al gobierno para apresurar las reformas de apertura y las marchas continuaron y se hicieron cada vez más grandes. Cuatro semanas después cientos de miles de ciudadanos se dirigieron a Berlín tanto del lado occidental como del oriental, para hacer una marcha en ambos lados del muro. Esta vez gritaban “¡Nosotros somos un pueblo!”. Aunque la República Democrática Alemana (DDR) ya conversaba sobre la apertura de fronteras, era un proceso que no sería inmediato. Sin embargo y ante la presión de los ciudadanos fue Günter Schabowski, un oficial de la RDA quien en una conferencia de prensa por error anunció la apertura oficial del muro, lo cual provocó que cientos de miles de personas más se unieran a la marcha en ambos lados del muro. La gente que escuchó la entrevista en el radio simplemente se dirigió hacia el muro para estar presentes en la apertura del muro. Los oficiales fronterizos sin tener instrucciones no podían hacer nada ante las masas de gente que se acumulaba alrededor de la puerta de Brandenburgo y otros puntos del muro. La gente gritaba:

“Nos hemos vuelto a encontrar”, “Berlín volverá a ser lo que siempre fue”.

La gente pasaba por fin de un lado al otro, y el occidente recibía al oriente con champagne, flores y llenos de júbilo.

En los noventa y gracias al valor del pueblo, la gente se reunió  y contra el autoritarismo se reunificó y después de fusionar a dos economías (socialista y capitalista) hoy son líderes de la Unión Europea y el único país que sobrevivió la crisis.

Una realidad todavía distante a lo que ocurre hoy en México. Donde casi siempre nos quedamos con un mal sabor de boca al tratar de expresarnos públicamente, porque con todo y marchas y firmas, y organizaciones, etc. Realmente no somos los ciudadanos quienes determinamos las políticas. Entonces, ¿qué pasó? ¿en dónde salió mal el cálculo? Al final, siempre quedamos “a la espera” de que otros decidan, “a la espera” de que los gobernantes algún día comprendan nuestras necesidades y tomen decisiones favorables para todos. Desde este punto de vista, nos faltan procedimientos simples, claros y transparentes para hacer realmente accesibles los derechos que se nos prometen en la constitución.

Para ello se requieren muchos más ciudadanos que nos ocupemos de la política, que participemos de las decisiones, que nos informemos y facilitemos información completa para otros. Que abramos camino para que algún día, seamos los ciudadanos quienes realmente tomemos las decisiones. Para que formemos un México abierto para todos, sostenible y con una visión integradora, multicultural, con justicia social y heterogénea. Nosotros diseñamos el México del presente y del futuro.

¿Cuándo nos convertiremos nosotros en un solo pueblo?

Julia Romero

Comunicóloga y Maestra en Educación Intercultural

@Sashantia1

Ver también: //www.youtube.com/watch?v=2OjCesZRf_I