Los gobernadores en México son una figura profundamente interesante. Desde hace algunos años han comenzado a retomar un rol mucho más protagónico en la esfera pública y política de nuestro país, luego de que después de la revolución se convirtieron en meras “piezas de ajedrez” político, cuyos movimientos eran dictados desde la Presidencia de la República. Por supuesto, en ese entonces también la Primera Magistratura de la República fungía como una suerte de “Presidencia Imperial” como le llamó el historiador Enrique Krauze. Sin embargo, desde la presidencia de Carlos Salinas, mediante el proceso de la liberalización política del régimen mexicano, se le fueron concediendo más espacios y posiciones a los partidos políticos de oposición, hasta que en el año 2000, con el triunfo de Vicente Fox, se culminó la posibilidad de la alternancia política.
Los gobernadores de los estados de la República Mexicana – no sólo los priístas, que siempre han sido mayoría – se convirtieron entonces en el contrapeso real – junto con el Congreso de la Unión – del Presidente de la República. Por primera ocasión, los mandatarios locales gozaron de autonomía de gestión, política y comenzaron a recibir jugosas partidas presupuestales, como parte de los equilibrios del pacto federal. Inclusive, algunos politólogos compararon a los gobernadores con los antiguos “señores feudales” que mandaban por completo en su territorio determinado. Los gobernadores comenzaron a controlar a muchos más actores y espacios políticos, y organismos como la “Conferencia Nacional de Gobernadores” (CONAGO) se volvieron un ámbito de interlocución obligada.
Con el regreso del PRI al poder en el año 2012, la correlación de fuerzas con los gobernadores no cambió mucho de aquel arreglo que funcionó durante los últimos 12 años. Los mandatarios locales siguen teniendo importante influencia en algunos de los legisladores cuyo distrito o circunscripción coincide con el territorio que gobiernan; controlan una importante suma de recursos públicos y siguen representado un contrapeso para el Ejecutivo Federal, aunque sean del mismo partido. Entender los mecanismos de acción política moderna en México implica darle un lugar e importancia adecuada a la acción de los gobernadores como parte del espectro político, y se les debe considerar como piezas clave del ajedrez público mexicano. Ellos pueden impulsar o bloquear temas de acuerdo con su interés y desde hace tiempo, se han convertido también en jugadores con capacidad de veto. Para muestra basta un botón: habrá que ver el peso real que los gobernadores tendrán al momento de negociar y aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año 2014, cuya fecha límite es el 15 de noviembre.