La participación ciudadana es imprescindible para generar cambios positivos
En nuestras últimas entradas hemos resaltado la importancia y la necesidad del involucramiento de la ciudadanía en los procesos políticos y decisiones gubernamentales.
La coyuntura actual, no sólo a nivel mundial sino también de México, hace que la participación ciudadana sea imprescindible para generar cambios positivos. Y aunque existen acciones como La Responsabilidad Social Empresarial, el Cabildeo e iniciativas de monitoreo por parte de organizaciones de la sociedad civil, también son significativas cada una de las acciones que emprendamos individualmente para transformar la realidad.
¿Por donde empezamos?
En primer lugar, es fundamental informarnos acerca de lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Una vez que hayamos consultado no sólo los medios tradicionales, sino también la información proveniente de fuentes independientes, con seguridad tendremos la determinación y el coraje para emprender acciones. Para ejemplificar mejor retomemos el tema de La Ley de Telecomunicaciones.
Una encuesta realizada por Gii360 con el objetivo de conocer la opinión de los habitantes de la ciudad de México con respecto a dicha ley, evidencia que sólo el 13,33% de los encuestados tienen conocimiento sobre ésta. Casi el 70% no está enterado de las movilizaciones llevadas a cabo. Y a pesar de que el 70% cuenta con servicios de internet, los resultados arrojan que el medio que más se consume es la televisión.
Desafortunadamente, en la mayoría de casos en medios tradicionales, la información se encuentra parcializada u orientada hacia otro tipo de “noticias” que sirven como cortinas de humo para desviar la atención de la población.
Luego de las movilizaciones, tanto en redes sociales como manifestaciones en las calles, se logró el aplazamiento de la discusión de la ley de telecomunicaciones para el mes de junio, justo cuando la atención ciudadana estará centrada en el mundial de fútbol, y no en el proceso legislativo.
Eventos de esta magnitud fueron creados originalmente para reforzar la unión entre los diferentes pueblos, tanto a nivel religioso como cultural, pero lamentablemente en la historia moderna, bastan un par de ejemplos para que nos demos cuenta que esa esencia se ha perdido. Olimpiadas y Mundiales de Fútbol, por mencionar algunos, han provocado crisis en países sede y han fungido como elementos distractores de distintas problemáticas.
México,1968. Tan solo a 10 días de llevarse acabo las Olimpiadas en México, el 2 de Octubre de 1968 en la Plaza de Tlatelolco, fuerzas del ejército dispararon indiscriminadamente a más de 50.000 estudiantes que se habían congregado allí para manifestarse. Murieron casi 400 estudiantes y más de mil resultaron gravemente heridos. Pocos meses antes había sucedido la trágica Primavera de Praga, y la guerra de Vietnam estaba en los peores momentos. La censura del gobierno para evitar la difusión de la noticia fue tal que llegó a la persecución de periodistas nacionales y extranjeros para “evitar una mala imagen internacional”. Días después, para la inauguración de los XIX juegos olímpicos, el presidente Díaz Ordaz abrió el evento llamado “La Olimpiada de la Paz”.
Argentina, 1978. En su afán por perpetuarse, los militares argentinos que ocupaban el poder en esta época realizaron el Mundial de Fútbol del 78. Las noticias de desapariciones y centros de detención contra los detractores del régimen autoritario, movilizaron a organizaciones de derechos humanos en Europa, por lo que la Junta Militar tenía una gran preocupación por la imagen de Argentina ante el mundo. Por este motivo, la ciudad simplemente se “maquilló” de la mano del periodismo cómplice. La polarización de la sociedad generaba incluso señalamientos a las Madres de la Plaza de Mayo, tildándolas de antinacionalistas por hablar en contra del mundial. Fue en esta época donde se llevaron a cabo la mayor parte de las desapariciones comprobadas durante la dictadura.
Brasil, 2014. Faltan solo 6 semanas para que comience el mundial en el país más grande de Latinoamérica y la historia no deja de repetirse. Los organizadores afirman que será el mundial “más seguro” a pesar de las protestas que desde el 2013 se han realizado en el país. Lo que sí se sabe es que los 13.000 millones de dólares que se han invertido en el evento lo convierten en el más caro de la historia. Más del 75% de los brasileros opinan que gastar tanto dinero es innecesario y más del 80% piensa que todos estos recursos deberían utilizarse para inversión en educación y salud. El intento de la toma de control por parte de la policía en las favelas ha prendido las alarmas por la crisis de seguridad, los ciudadanos empiezan a denunciar abusos de la policía, torturas y asesinatos. La necesidad de terminar la construcción de estadios y remodelación de infraestructura, ha desembocado en varias muertes de trabajadores por las fallas en las medidas de la seguridad de las obras. El periodista danés Mikkel Jensen quién estaba allí para cubrir el evento, decidió abandonar el país y publicó una carta donde menciona que, para garantizar “la fiesta televisiva del fútbol”, además del abandono de los proyectos sociales, se realizan “limpiezas de pobres” en las calles, sospechando que el destino de estos infantes es la muerte.
Ahora que tenemos un poco más de información, ¿qué podemos hacer?
No podemos permitir que una vez más nos distraigan de los acontecimientos que nos van a afectar en el largo plazo. La información a la cual podemos acceder libremente y que nos proporciona herramientas para el desarrollo de ser sujetos críticos, está en peligro, en caso de que sea aprobada la Ley Telecom tal como hasta ahora está propuesta.
Tenemos que empoderarnos para realizar seguimientos a las discusiones en torno a esta ley. La participación ciudadana es vital para lograr sociedades civiles con mayor fortaleza y capacidad. Es importante reforzar los encuentros entre expertos y autoridades con la población en espacios públicos donde se definan realmente los intereses sociales, como también tomar nuestro rol en la implementación, evaluación y monitoreo de las políticas públicas.
Para construir el país que queremos no podemos quedarnos en la asistencia a los procesos políticos de elección popular. Tenemos el derecho y la obligación de exigir a nuestros representantes que lleven a cabo reformas que en efecto logren esa concepción Gramsciana del Estado, como “un organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del GRUPO MISMO”, no de una minoría. Para que un proyecto de nación funcione debemos asumir nuestro papel, cumplir eficazmente nuestras responsabilidades como ciudadanos, informándonos y no permitiendo que se lleven a cabo reformas que benefician directamente a intereses exclusivos de grupos económicos determinados.
Más información:
//sobrehistoria.com/tlatelolco-matanza-estudiantil-en-mexico-68/
(imagen: //1.bp.blogspot.com)
Valery Rojas,
Politóloga y Blogger
@chanteler