En los últimos días se ha podido presenciar la manera en que los incidentes, los fenómenos de la naturaleza y los sucesos inesperados pueden ocurrir cuando menos se imaginan. Irrumpen con fuerza y desestabilizan el panorama y la ruta de un país y pueden poner en aprietos a las autoridades, como ya se ha mencionado anteriormente en pasadas entregas de este Visor Público. Cuando eso sucede entonces, se pueden acumular una serie de condiciones suficientes para alterar los escenarios previstos y crear “una tormenta perfecta”, que no es mas que la suma de factores de riesgo que – acumulados unos tras otros – realmente ponen en peligro los planes de gobierno de las autoridades.

Eso es lo que ha estado sucediendo en México. Desde hace varios meses se han estado formando y han acontecido una serie de eventos desafortunados que han logrado alterar la ruta de gobierno del Presidente Peña Nieto y de los legisladores de su bancada. Comenzando por un entorno económico adverso, significativamente por una situación a punto de convertirse en recesiva y con la propuesta de paquete económico para el año 2014 que prevee aumentar el IVA e imponerlo en colegiaturas e hipotecas y aumentar el déficit público (endeudamiento), le han seguido una serie de fenómenos tales como los huracanes “Manuel” e “Ingrid” que azotaron en las costas de México dejando una estela de daño y destrucción bastante extensa. En ese ambiente el Presidente Peña ha debido cancelar un par de giras internacionales y lidiar con la creciente oposición a su reforma económica en un entorno económico que no es favorable para el país.

A lo anterior se le deben de sumar las protestas de maestros de la CNTE que han bloqueado sistemáticamente a la Ciudad de México, la vulnerabilidad del caso de Elba Esther Gordillo, quien podría salir de la cárcel por falta de pruebas y la llegada a término del “moméntum” del “Pacto por México”, cuyo combustible se está agotando y no se vislumbra que alcance a tener fuerza para aprobar importantes reformas como la energética.

Luego entonces, cuando todos los elementos anteriores se acumulan, surgen de forma imprevisible y se agrupan para formar una “tormenta perfecta”, es entonces cuando la capacidad de reacción de un gobernante o de un presidente resulta absolutamente necesaria e imprescindible. En la medida en que las autoridades puedan construir una narrativa de gobierno y de política pública creíble para la ciudadanía, en esa medida se puede evitar la formación de la “tormenta” y se podrá sortear con eficiencia los embates de las situaciones inesperadas.

No resulta en vano que los presidentes o los gobernantes que han menospreciado estas condiciones se han vuelto rehenes de su propia situación. Hoy en día se gobierna de forma distinta y la existencia de medios de comunicación alternativos – como las redes sociales – obliga a los tomadores de decisión a estar un paso adelante y a tener un “plan B” en caso que la ruta original no salga como se espera. En estos momentos, México y su gobierno necesitan tener capacidad de reacción que atienda de forma significativa todo aquello que ha surgido en los últimos meses y logre definir una agenda de gobierno con los ajustes y adecuaciones del caso. El reto no es menor y se podría decir que – que tal como se ha adelantado antes en este espacio – el Gobierno de la República estará enfrentando su verdadera primera prueba en el casi año que lleva de haber llegado al poder.