Mientras miembros de los partidos políticos pugnan entre sí, las reformas esperan…
México necesita urgentemente las grandes reformas estructurales que se han planteado desde hace varios años. Cosa de recordar que, al menos durante los años en que el PAN gobernó a México desde la Presidencia de la República, y al frente de la administración federal, no fue capaz de construir con la oposición (el PRI y el PRD en ese tiempo, principalmente) una mayoría que le permitiera transitar dichos cambios constitucionales en el Congreso. Quizá la explicación por la cual los partidos decidieron no cooperar con el Ejecutivo fue el propio sistema presidencialista, y la falta de incentivos para que el partido en el poder pudiera hacerse con ese “triunfo” político. El sistema presidencial ha mostrado que genera más bien incentivos negativos y, en ocasiones, los partidos hacen uso de estas prerrogativas para generar contrapesos directos a quien encabeza al Gobierno Federal.
La explicación de esta parálisis legislativa pudiera llegar a ser entendible, más no justificable. Las grandes reformas deben transitar por el Congreso, aún a pesar del sistema presidencial y el contrapeso parlamentario. Y durante mucho tiempo en México se detuvieron estos grandes cambios por las razones descritas anteriormente.
En el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto, con la creación del “Pacto por México”, las reformas constitucionales fueron posibles – un logro histórico – y la mayoría necesaria fue construida de forma eficiente y con un excelente manejo político para algunas de estas reformas estructurales. Ahora faltan las reformas secundarias que darán viabilidad a estos cambios estructurales. Sin embargo, la pugna seguirá ahora en el Congreso de la Unión por ello.
Lo que resulta más curioso es que si las reformas secundarias están detenidas, no se debe a la oposición, sino a los pleitos internos de quienes ahora lo son (PAN y PRD). En el caso de Acción Nacional, la batalla por la presidencia del partido entre calderonistas y maderistas ha llegado a un nivel destructivo y divisorio, que amenaza con dinamitar lo poco que queda de ese partido. Y en el caso del PRD, la lucha actual entre el grupo de “Los Chuchos” contra Marcelo Ebrard por una parte, y contra los radicales por otra, también los tiene envueltos en una dinámica que no les permite avanzar.
Por todo lo anterior, resulta paradójico que las reformas que siguen siendo necesarias estén nuevamente detenidas en el Congreso, pero no por culpa de los contrapesos naturales del sistema presidencial, sino por la división de los partidos de oposición que siguen sin poder resolver su situación interna. Y como si no hubiera cosas urgentes que atender, también el gobierno federal tendrá que delinear una ruta para tratar con ellos y volver a sacar adelante los cambios legislativos que tanto se requieren.
(Imagen: www.eluniversal.com.mx)